jueves, 24 de abril de 2008

Realidad y percepción de la criminalidad

El Instituto Nacional de Estadísticas de Chile ha publicado los resultados de su Encuesta Nacional de Seguridad Ciudadana para el año 2007. Una de sus conclusiones es que la victimización se redujo en 3,6 puntos al bajar a 34,8% desde 38,4% del año anterior.

La noticia es sorprendente desde el punto de vista del ciudadano informado por la televisión, la que a diario, mañana, tarde y noche, presenta en forma destacada los crímenes del día y los trámites de los procesos judiciales correspondientes, compitiendo por atraer la mayor sintonía, y generando un ambiente tal que parece que lo más importante que sucede en el país son los delitos contra la propiedad y las personas. Esto se manifiesta, por lo demás, en la propia encuesta, en que los ciudadanos (fueron consultados más de 22.000 hogares) perciben que la delincuencia ha aumentado en el país (86,6% frente a 78,4% del año anterior).

Lamentable resulta que la percepción de la ciudadanía, formada principalmente por el comercial interés de los medios por mantener el tema vigente, impida a la ciudadanía sentir que hoy está algo más segura que antes. No se trata de criminalizar a los medios, pero en cuestiones que son de Estado, como ésta, resultaría conveniente que los medios contribuyeran cediendo menos al morbo. Lamentablemente, el aumento de la criminalidad vende, y la reducción del crimen, no.

lunes, 21 de abril de 2008

Otro golpe al Estado laico

La resolución del Tribunal Constitucional en Chile, referida a la píldora del día después, ha demostrado que este país se encuentra lejos de conformar un Estado laico. La separación de la Iglesia del Estado establecida constitucionalmente en 1925 selló en papel lo que era de suyo evidente desde mediados del siglo XIX en Chile, esto es, que la religión católica no podía ser obligatoria, que el matrimonio civil no rquería de la sanción eclesiástica y que los cementerios laicos eran legítimos. Todo esto ya operaba en la práctica desde el gobierno de Domingo Santa María en los ochenta decimonónicos.

Un estado laico, sin embargo, requiere, en definitiva, que el proceso de determinación de la voluntad colectiva, de las decisiones públicas, se realice en un contexto de independencia de consideraciones dogmáticas, procedentes de la fe, irredargüibles y basadas en la creencia, que no puede ser puesta en discusión. Se oponen a un estado laico, en forma característica, las participaciones basadas en creencias religiosas que se sustentan en la fe. La Iglesia Católica, a través de su jerarquía, y muchos católicos, a través de su propia acción, procuran establecer disposiciones obligatorias para todos los conciudadanos, a través del aparato político. Aquello que nadie objetaría como una práctica para su feligresía, se pretende imponer como criterio moral para la ciudadanía en general.

El drama para el estado formalmente laico es que la Iglesia Católica goza de una influencia prácticamente incontrarrestable en la conciencia social, que va desde la formación escolar básica de los sectores sociales más influyentes hasta el dominio ideológico y práctico que ejerce sobre el poder económico nacional. La posesión de medios de comunicación, de colegios y universidades, hace de la Iglesia Católica la mayor institución formadora de conciencia en los estratos de poder de la sociedad chilena.

El avance hacia un estado laico se define en la conciencia de los chilenos, como bien lo sabe la Iglesia. La formación de los niños católicos en Chile no sólo está dirigida a la fortaleza en la fe, sino a que las consecuencias de la fe sean la norma de convivencia social. En esto no se diferencia del Islam, religión de la que los católicos se sienten en las antípodas. Cuando la sociedad procura que la Iglesia limite su ministerio a su feligresía, su argumento incontrarrestable es que hay un derecho inalienable a profesar la fe, cosa que el estado laico no discute, y que no se le puede prohibir su derecho a opniar sobre las decisiones políticas, como a cualquier c¡udadano.

Evidentemente, la sociedad laica deja espacios para que el fundamentalismo y el dogmatismo operen en la práctica, y cerrarlos sería negarse a sí misma. Por ello, cabe reclamar la ampliación de los espacios para la formación incontaminada de la conciencia pública. La escuela pública requiere ser la fuente de formación de calidad privilegiada para la ciudadanía. Recursos en calidad y cantidad para que de allí surjan las generaciones de relevo de la dirigencia social. Apertura a la globalidad del mundo, que supere el provincianismo del que se alimenta el dominio dogmático de la convivencia social. Y desde ya, suprimir los espacios simbólicos que se otorgan a la religión en las acciones públicas, desde las inauguraciones hasta el anual Te Deum, en que la autoridad pública simboliza periódicamente su sumisión a la intromisión eclesiástica.

viernes, 4 de abril de 2008

Dioses con pies de barro

El Tribunal Constitucional ha acogido la presentación de los partidos políticos de la derecha chilena y ha establecido que la denominada píldora del día después es inconstitucional, en votación de 5 a 4. Los expertos, a quienes la Constitución Política ha reservado el derecho de preservar el fondo duro de la ideología de la dictadura militar, están divididos, tanto que bastaba que uno de los que votaron a favor hubiera sentido afinidad con los de la ocasional minoría para que hubiera sido rechazada la presentación.

Tal división de pareceres resulta absolutamente contradictoria con la idea que legítimamente tiene la ciudadanía de lo que es una resolución conforme a Derecho, y muy especialmente cuando se resuelve en un altísimo Tribunal como éste. Lo que se esperaría es que un tribunal compuesto de juristas tan connotados resolviera con un amplio acuerdo en todas las materias en que fuera consultado, porque ése es el sentido de la consulta; que señalen, sin lugar a dudas, la constitucionalidad o no de lo que se les pide. Sin embargo, no es así. La decisión por votación estrecha es una decisión dudosa; da lugar a la sospecha de que no es la Constitución la que habla por boca del Tribunal, sino que son los propios magistrados los que interpretan las disposiciones constitucionales conforme a sus particulares valores y creencias.

Toda votación dividida debilita la legitimidad del Tribunal Constitucional, apaga su aura, y deja entrever que en él se agitan las pasiones con tanta fuerza como en mundo político del día a día. Los dioses han bajado del Olimpo y sus pies han contactado el barro.

Atentado a la institucionalidad

La institucionalidad es mucho más que la juridicidad. Recurro a la definición del jurista Maurice Hauriou (1856-1929) quien define a la institución como la "idea de obra o empresa, que se realiza y dura jurídicamente en un medio social". Siendo una definición eminentemente jurídica tiene la virtud de destacar que la juridicidad da forma a la institucionalidad, pero no es la institucionalidad misma. Si consideramos la definición del historiador del Derecho, García Gallo, para definir la institución ni siquiera es necesario introducir el elemento jurídico; así García Gallo dice que "son situaciones, relaciones u ordenaciones básicas en la vida de la sociedad". Nuestro Bernardino Bravo Lira señala que las instituciones pueden describirse "como una forma cultural que sirve de cauce permanente a la vida colectiva".

En el contexto de las señaladas concepciones acerca de lo que se entiende por institucionalidad, sostengo que el gusto que se dieron los parlamentarios que votaron una acusación que suspende a la Ministra de Educación del Gobierno de Chile es un golpe que se da a la institucionalidad, aún cuando ella pudiera estar jurídicamente fundada.

La institucionalidad política de Chile se ha asentado por décadas en el presidencialismo, esto es una forma de gobierno en que la responsabilidad política recae en el Presidente de la República, y los ministros de Estado son responsables ante él. La prevalencia del mecanismo de la acusación constitucional utilizado en este caso constituye una disposición que contraría el espíritu de la institucionalidad política, y de ello debería estar consciente la clase política que irresponsablemente y sin sentido de política de Estado, hace uso de ella, creando un precedente de insospechadas consecuencias.

Chile tiene una triste experiencia de trasgresiones a la institucionalidad, a través del uso de resquicios. Recordemos tan sólo que las crisis política de 1891 y 1973, que terminaron ambas con la muerte del Presidente de la República en ejercicio, tuvieron en su origen el uso irresponsable por parte de la clase política de mecanismos permitidos por la juridicidad, pero contrarios al espíritu de la institucionalidad.